"Cómo se explican las sensaciones?" Se preguntaba Matilde cuando no lograba distinguir si ese nudo que tenía en la panza era hambre, miedo o una alegría incontenible e incontrolable que se le escapaba por los poros. "Y entonces... lo que no se explica... se puede compartir? Por que si no se explica... cómo sé que lo que otros están entendiendo o sintiendo es lo mismo que lo que yo no logro distinguir entre hambre, miedo o una alegría inconbla bla bla...".
Y así andaba Matilde por la vida. Con un ojo muy bierto y con el otro a media asta, dudando, mirando, tratando de descubrir los sentimientos ajenos. Quizás parezca una tarea fácil, pero como toda ocupación tiene sus inconvenientes, que generalmente van apareciendo a medida que mas se vive de una manera determinada. Por eso Matilde pensaba que la solución era no adoptar, en definitiva, ninguna manera determinada de vida, sino ir cambiando a medida que vemos que la cosa se pone seria, sea cual sea la manera determinada de vida que se haya adoptado.
Pero habíamos quedado en que Matilde andaba por la vida tratando de descubrir los sentimientos ajenos, no porque le importara lo que otros sentían sino porque estaba muy interesada en los propios, y pensaba que quizás contando lo que a ella le pasaba, si conseguía que alguien la entendiera y le pasara lo mismo, podría por fin descubrir cuál era el sentimiento que ella estaba teniendo: hambre, miedo o una alegría incontenible e incontrolable.
Pensó que lo mas práctico sería corporizar el sentimiento, quizás si alguien la veía hacer algo que lo identificara la iban a frenar y le iban a decir con los ojos bien abiertos y zamarreando las manos hacia adelante: "a mi me pasa igual!!!". Pero no. Ni uno. Ni dos. "Pero es que soy de vidrio? Ahora me van a decir que nadie lo notó?" Y no, Matilde, nadie lo notó.
Y dándose cuenta que su actitud estaba pasando a ser un modo determinado de vida, afianzó sus principios, y salió sonriendo hacia su hamaca paraguaya a mirar la luna, que esa noche estaba particularmente brillante.
jueves, 21 de febrero de 2008
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2 comentarios:
Y dándose cuenta que su actitud estaba pasando a ser un modo de vida, afianzó sus principios, y salió sonriendo hacia su hamaca paraguaya a mirar la luna, que esa noche estaba particularmente brillante.
que bueno que matilde se dio cuenta...
tendra una hamaca paraguaya de mas? para contemplar la luna en silencio junto a ella...
Seria compartir lo que no se explica... Yo creo que Matilde si tendria una hamaca de mas junto a ella
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