lunes, 22 de junio de 2009

Postales

Termina de escribir las cartas y las guarda en la cartera, junto al papelito rosa donde tiene escrita la dirección y el código postal. Se pone el tapado negro largo hasta las pantorrillas, bufanda a rayas de colores, boina gris. Se mira al espejo y queda conforme con la imagen creada, la que quieren ver sus ojos. Piensa en usar gafas oscuras, pero no vale la pena, el sol ya comienza a caer. En los auriculares esta sonando Manhattan Transfer, y ella camina. El aire comienza a rellenar los espacios vacíos de su cuerpo. Esa sensación le hacer sentir cosquillas. Cree estar sonriendo mientras camina, flotando. Y sonríe.
Ese que viene caminando es su profesor de la facultad de letras. Ella lo re-conoce, aunque no lo conoce. El ni siquiera percibió su presencia de vecina caminata. Cuanta gente sabrá de su existencia sin ser ella capaz, tan siquiera, de notar sus miradas?
Esta entrando en la plaza, la que tanto le gusta respirar. Hizo amistad solo con algunos arboles, son tantos que no a todos les puede acariciar las raíces. Entonces extiende los brazos, fusiona vibraciones y la sangre se le vuelve verde. El aire serpentea libre en sus alveolos. Enfoca en perspectiva abriendo los ojos, apoyando su visión sobre la linea del horizonte, como se apoya el cuerpo entregado a la tierra. Se va abriendo paso en la atmósfera.
El vértigo de las percepciones le propone un juego: que las miradas ya no la hagan sentir observada, sino buscada. Que su mirada no vaya al juicio, sino al encuentro. Detrás de los ojos, no solo hay una cara, no solo la nuca y el cuello y las extremidades con su centro troncal, como el de los arboles. No solo un campo etéreo, no solo un país, una historia, una escuela y unos padres. Un primer beso, uno ultimo, uno nunca dado. Una marca de shampoo preferida, una mascota. Detrás de esos ojos, lo mismo que detrás de los suyos, los tuyos.
- Acá venden sobres para mandar cartas al exterior? - pregunta a los ojos policía que la reciben desparramados en una silla de madera floja de clavos cuando ingresa al Correo Central de la República Argentina.
- Sobres comunes?
- Si, o no... no se... existen sobres especiales para envíos al exterior?
- No, se envían los sobres comunes. Vos que tenes que mandar?
- Cartas, pero son pesadas porque van con abrazos.
- Ah...
- Acá venden sobres?
- No, en el kiosco de enfrente.
Se miran un instante a los ojos. Bingo! Miradas que buscan encuentro. Entonces ríen.
Se aleja y la inunda la sensación de bienestar. Ahora el juego ya no es solo de miradas, hay dialogo. Los ojos hablan. Hablan con el kiosquero, con hombres y mujeres que forman fila y con los empleados del correo nacional. Lee un cartel de propaganda que la deja pensando que quilombo seria si se animara a creer lo que ya sabe que es cierto. La llaman con un golpecito de menton, la ley del menor esfuerzo.
Entrega la carta en intima ceremonia, ofrenda de tinta. El día se vuelve color sepia. Huele a maíz tostado y mañanas de verano. Nostalgia de costumbres perdidas, como enviar correo postal.
La luz fría y gastada de la tarde la despabila, la cachetea, la devuelve en si. Camina. Pedro Guerra le canta canciones al oído. Camina por la plaza. Se acuerda del juego y vuelve a jugar. No es buena jugadora, siempre pierde. Por eso anda tan contenta, ludica y pensante. Que pasa si nunca llegan mis palabras?, piensa. Piensa. Piensa. Será que no tienen que llegar, piensa.
Un "El" viene caminando en dirección contraria por el mismo camino. Se miraron sin verse aun. Se acercan. Se huelen. Se miran. Ella hace esfuerzos para no sucumbir al estimulo de electricidad que le provoca compartirse con lo aparentemente desconocido, sin la imagen del espejo. Sonríe grande cuando lo logra, se siente capaz de superar los propios récords en el atletismo de las relaciones.
Cuando el sol le pega sobre el contorno de la piel que cubre la cara, respira todo su cuerpo. Ya no pretende mas nada, satisfecha con el logro, se deja llevar por una nube.
Le parece detenerse. Esa que paso es su vecina de la infancia, la Daniela, la chica rara del barrio. Paso con su marido y su hijo. Ya no se la ve tan rara. Se pregunta si ella también la habrá reconocido, se pregunta si ella se preguntara porque no se miraron a los ojos. Diálogos afónicos de la vida, que de no andar todo el día con el aparatito en las orejas, los oiria mejor.
A medida que se acerca al barrio que le acuna los sueños, ve transformarse la forma en sombra, como el final de una canción. Entonces solo muestra la espalda y se prepara para otro aire, otro escenario, otra función.

viernes, 5 de junio de 2009

este agujero
que no se termina de abrir
tampoco de brillar

y de cada lado
hay un pueblo
de donde cada tanto
emigra un duende aburrido
por cambiar de aire



jueves, 4 de junio de 2009

Reflexiones: 2 x $1

I.-

“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”, dicen los curas cuando terminan la ceremonia del santo sacramento del matrimonio, como si se tratara de un pomo de poxiran.

“… ha unido”, dicen, como si alguna vez se hubiera separado.

 

                   

II.-

El espejo esta roto. Ella lo mira. Respira. Esta roto. Toma una escoba. Barre quejas de cristal que se mezclan con la tierra de la calle. Antes de tirarlas al basural, las envuelve con diarios y trapos para no contagiar infecciones… al basural, para no contagiar infecciones.