viernes, 22 de febrero de 2008

Sonreir no cuesta nada

Loco, loco, loco, loco... lo que se dice loco... no estaba. Pero vamos, que tampoco se puede negar que andaba del camino... como decirlo... un poco tirado a la izquierda... mas bien en la banquina. Y ojo que no era un mal tipo eh... naaaaah... era de esos locos lindos... los que se ríen todo el día... los que se creen que la vida es juerga, que no hay que trabajar, que lo importante es el día a día y esas cosas... no piensan en el futuro... pero bueno, tampoco se puede negar que tan mal no se los vé, que si estuvieran tan mal como uno piensa... que van a andar con esa sonrisa de acá para allá todo el día. Yo no digo que no lo hacen porque así consiguen que les dejen mas propina por semáforo, tampoco soy tonta... pero mirá que no es una pavada sonreir todo el santo día. Vos porque no tenés marido e hijos... ahí quiero ver cuánto tiempo del día vas a estar tan sonriente como se lo vé al loquito ese... pobre!

jueves, 21 de febrero de 2008

Matilde lo hizo

"Cómo se explican las sensaciones?" Se preguntaba Matilde cuando no lograba distinguir si ese nudo que tenía en la panza era hambre, miedo o una alegría incontenible e incontrolable que se le escapaba por los poros. "Y entonces... lo que no se explica... se puede compartir? Por que si no se explica... cómo sé que lo que otros están entendiendo o sintiendo es lo mismo que lo que yo no logro distinguir entre hambre, miedo o una alegría inconbla bla bla...".
Y así andaba Matilde por la vida. Con un ojo muy bierto y con el otro a media asta, dudando, mirando, tratando de descubrir los sentimientos ajenos. Quizás parezca una tarea fácil, pero como toda ocupación tiene sus inconvenientes, que generalmente van apareciendo a medida que mas se vive de una manera determinada. Por eso Matilde pensaba que la solución era no adoptar, en definitiva, ninguna manera determinada de vida, sino ir cambiando a medida que vemos que la cosa se pone seria, sea cual sea la manera determinada de vida que se haya adoptado.
Pero habíamos quedado en que Matilde andaba por la vida tratando de descubrir los sentimientos ajenos, no porque le importara lo que otros sentían sino porque estaba muy interesada en los propios, y pensaba que quizás contando lo que a ella le pasaba, si conseguía que alguien la entendiera y le pasara lo mismo, podría por fin descubrir cuál era el sentimiento que ella estaba teniendo: hambre, miedo o una alegría incontenible e incontrolable.
Pensó que lo mas práctico sería corporizar el sentimiento, quizás si alguien la veía hacer algo que lo identificara la iban a frenar y le iban a decir con los ojos bien abiertos y zamarreando las manos hacia adelante: "a mi me pasa igual!!!". Pero no. Ni uno. Ni dos. "Pero es que soy de vidrio? Ahora me van a decir que nadie lo notó?" Y no, Matilde, nadie lo notó.
Y dándose cuenta que su actitud estaba pasando a ser un modo determinado de vida, afianzó sus principios, y salió sonriendo hacia su hamaca paraguaya a mirar la luna, que esa noche estaba particularmente brillante.

lunes, 18 de febrero de 2008

Laberintos

Confusa y razonadamente se suceden los huracanes de pensamientos. De la búsqueda de una personalidad hasta los detalles de mejor gusto cuando de servir una cena se trata. Esa irreparable necesidad de ocupar cada momento de manera omnipotente, de la manera mas abarcativa posible al punto de llegar a ser, sin serlo ni creerlo realmente. Pero lo importante es no frenar; hasta que se frena. Y entonces ahí la calma. Incertidumbre calma. Calma calma. Y la nada. Pero nunca se llega a eso, porque antes el miedo, la necesidad de lo seguro. Pero de qué seguridad me hablás? Acciones en qué Estado de Animo invertiste? Y los pensamientos se siguen sucediendo entre lo excitante que puede resultar el momento cumbre de la meditación y la pimienta de las ensaladas.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Fiebre Tifoidea

Hay una vacuna específica que se aplica para evitar el surgimiento de la fiebre tifoidea en un ser un humano, cualquiera haya sido el origen de la inserción del virus en el cuerpo del mismo. Para ello, al cuerpo del ser humano se le inserta, mediante el empleo de una aguja, una mínima dosis del virus. El virus, una vez dentro del cuerpo del ser humano, empieza a comportarse como virus, pero al ser mínima la dosis insertada, los estudios dicen que las defensas del ser humano vencen la batalla y erradican al virus de su territorio. Sin embargo, ha sucedido que la dosis del virus insertada en el cuerpo de un ser humano no ha resultado ser mínima, y es ahí cuando el virus, que actúa como virus, empieza a ganarle la batalla a las defensas del cuerpo del ser humano. Consecuentemente el ser humano empieza a sentir los efectos del virus, los anuncia y nuevamente aplican la vacuna específica que se utiliza para evitar el surgimiento de la fiebre tifoidea en un ser humano. Y muere.


Nota de la Autora: la explicación de cómo se logra trasladar al virus hasta el tubo de una jeringa es un tema que excede la presente exposición y queda pendiente para una próxima.