¿Cuándo fue que empezó todo esto? ¿Desde qué momento, qué persona, pudo haber imaginado que todo funcionaría a la perfección?
Un día se levanta, mira una película. Otro día también se levanta, charla con un amigo. Hay días en que no dan ganas de levantarse. Y el cerebro no logra frenarse adentro del tambor del lavarropas que intenta lavarlo.
Gerardo tiene nombre de persona grande, pero no lo es. Podría serlo, pero antes no fue su tiempo. El de ahora sí lo es. Gerardo no define si sufre, si se caga de risa, si no le importa, o si debería estar usando una camisa blanca con las manos atadas por la espalda.
Gerardo piensa.
El tema es desentrañar si el sistema económico, la religión, los psicólogos y la televisión (entre otras cosas) son armas del juego de alguno, lo cual tendría mucho mas sentido. O si por el contrario nadie nunca se lo puso a planetar y todos aceptan y repiten un modelo que no se sabe ni para qué ni para dónde, pero mientras tanto, todos infelices.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
martes, 27 de noviembre de 2007
La espera
Qué situación de mierda que es la espera! Es un estado de confusión, de incertidumbre, de aburrimiento. Hay esperas cortas, y otras que logran pertubar la salud mental de quien la padece. Pero en definitiva, todas son de mierda.
Hay esperas de supermercado, por ejemplo. Y no vale la pena aclarar que se trata de la espera en la cola de las cajas. Se empieza mirando la mercadería que a uno le cuelgan delante de sus narices por si acaso se le presentara la necesidad de comprar maquinitas de afeitar (no necesito, me depilé la semana pasada), condones (al pedo), chicles (ah... puede ser... bah! mejor no porque después quedan perdidos en la cartera) o gomitas de pelo (tengo). Mientras tanto vas relojeando al que está atrás tuyo que cada tanto te empuja, porque está bobeando con la novia seguro. Y te asomás para ver qué carajo está pasando y ahí es cuando una vez mas traés a tu mente la ley de Murhpy "siempre me tiene que tocar a mí la caja mas lennnnnta!" Te calmás. Mirás el reloj... ¿Es o no es una espera de mierda?.
Peor todavía es la espera en una esquina. Yo creo que cada veinte segundos se putea con mucha bronca acumulada a la persona que no entendés para qué carajo te dice que a tal hora, si al final va a estar llegando media hora mas tarde. Y si no ¿¿por qué no avisa?? Démosle una función útil a ese aparatito ladrón de privacidad!!! Encima, ahí no tenés nada para hacer. Si estás cerca de alguna vidriera capaz que tenés como para dos minutos y medio de entretenimiento, si es que la vidriera tiene cosas interesantes. Caminás, te mirás los zapatos, lees los grafitis de la vereda de enfrente. Y con suerte pasaron cuatro minutos mas.
Pero la mas de mierda de todas, es la espera en vida. Es la espera que nace desde las entrañas, que agita el corazón, que modifica las sonrisas. La espera de un nacimiento, de una muerte, de una respuesta. Esa espera que no entendés cuándo fué que empezó, y no sabés cuándo ni cómo va a terminar. Y ahí te surge el pensamiento de decir ¿y porqué mierda me pongo a esperar algo si sé que esperar es una situación de mierda? En definitiva la vida no sería vida sino fuera espera, porque uno podría vivir esperando la sucesión de segundos de que se compone la existencia. Entonces no. Los que se quedan... bueno... eso es lo que decía al principio que pasa con la salud mental. Y no se puede creer la cantidad que son! Y los que siguen, se salvan.
Hay esperas de supermercado, por ejemplo. Y no vale la pena aclarar que se trata de la espera en la cola de las cajas. Se empieza mirando la mercadería que a uno le cuelgan delante de sus narices por si acaso se le presentara la necesidad de comprar maquinitas de afeitar (no necesito, me depilé la semana pasada), condones (al pedo), chicles (ah... puede ser... bah! mejor no porque después quedan perdidos en la cartera) o gomitas de pelo (tengo). Mientras tanto vas relojeando al que está atrás tuyo que cada tanto te empuja, porque está bobeando con la novia seguro. Y te asomás para ver qué carajo está pasando y ahí es cuando una vez mas traés a tu mente la ley de Murhpy "siempre me tiene que tocar a mí la caja mas lennnnnta!" Te calmás. Mirás el reloj... ¿Es o no es una espera de mierda?.
Peor todavía es la espera en una esquina. Yo creo que cada veinte segundos se putea con mucha bronca acumulada a la persona que no entendés para qué carajo te dice que a tal hora, si al final va a estar llegando media hora mas tarde. Y si no ¿¿por qué no avisa?? Démosle una función útil a ese aparatito ladrón de privacidad!!! Encima, ahí no tenés nada para hacer. Si estás cerca de alguna vidriera capaz que tenés como para dos minutos y medio de entretenimiento, si es que la vidriera tiene cosas interesantes. Caminás, te mirás los zapatos, lees los grafitis de la vereda de enfrente. Y con suerte pasaron cuatro minutos mas.
Pero la mas de mierda de todas, es la espera en vida. Es la espera que nace desde las entrañas, que agita el corazón, que modifica las sonrisas. La espera de un nacimiento, de una muerte, de una respuesta. Esa espera que no entendés cuándo fué que empezó, y no sabés cuándo ni cómo va a terminar. Y ahí te surge el pensamiento de decir ¿y porqué mierda me pongo a esperar algo si sé que esperar es una situación de mierda? En definitiva la vida no sería vida sino fuera espera, porque uno podría vivir esperando la sucesión de segundos de que se compone la existencia. Entonces no. Los que se quedan... bueno... eso es lo que decía al principio que pasa con la salud mental. Y no se puede creer la cantidad que son! Y los que siguen, se salvan.
Desempleada
Hoy es martes. Ya fuí a la audiencia en las oficinas de defensa del consumidor, saqué una fotocopia, mandé una carta y de pasadita, a la vuelta, compré unas verduras (vos vieras lo cara que está la verdura!!!) es que al mediodía está viniendo una amiga a comer, y ya que estaba compré unas milanesas de pollo para acompañar las verduras, y bueno... compré de mas por si a la noche se dá la rara excepción de que comamos los dos solos en la casa, sabemos que eso no va a pasar, entonces bueno, que quede para que mañana se lo lleve al mediodía al trabajo. Con lo lindas que se ponen las noches dan ganas de hacer cosas. Dejé las bolsas de la verdura, la guardé en la heladera, y el teléfono. Entonces se vino a casa a tomar unos mates. Salieron riquísimas, y la noche que había! Que la vida de aca, que la vida de alla... es tan divertido filosofar! (y zapatos de goma). Ahora se acabó la música, voy a tener que elegir otro CD. Y a cortar la verdura, que ya casi es la hora.
viernes, 16 de noviembre de 2007
Pasaje Amundsen
Si hay algo que a uno lo marca en su forma de ser, de vestirse, de abrir la puerta de entrada a la casa, si hay algo que a uno lo condiciona en el modo en que se pronuncian, quizás, las dos primeras palabras de cada mañana "buen día", si hay algo que a uno le pertenece, eso es, cuadra a cuadra, EL BARRIO.
Cada Barrio de la ciudad tiene un alma, un nombre y apellido, un olor, un sonido.
Pero mi barrio, además de tener todo eso y mucho mas, tiene una gerenta. Sí, y no es que alguien la haya nombrado tal o que haya nacido con esa condición. Nada de eso. Amalia es gerenta porque ella se ganó ese lugar. Y como toda gerenta, también tiene su mano derecha, o sub-gerenta, Silvia.
Amalia es casada, tiene hijos y su marido trabaja todo el día. Ella coce, limpia, barre la vereda y está al tanto de que todo en el vecindario funcione a la perfección. Me hace acordar a un personaje de Condorito, sobre todo cuando la veo caminar de atrás.
Silvia es la mitad de Amalia, por supuesto, por que es la segunda del barrio. Debe fumar dos atados de cigarrillos por día y cada cigarrillo hace que se vea cada mes más delgada, mas consumida. También tiene marido, y dos hijos: un varón y una mujer.
Conocen cada movimiento de los que viven en la cuadra, saben quién se fué, quien volvió y quien nunca va a volver. Controlan que la basura no se desparrame, que no falten las tapas del agua pública en la vereda, no sea cosa que haya un accidente. Y qué barbaridad los vagos de la esquina! Uno ya no puede vivir tranquilo.
A la hora que sea, ellas ahí están. Paradas en la puerta de sus casas, siempre teniendo algo de qué charlar. Siempre con esa expresión ambigua de ceño fruncido y sonrisa de labios cerrados. Me pregunto si son felices, si tienen sueños, si todavía hacen el amor.
Cada Barrio de la ciudad tiene un alma, un nombre y apellido, un olor, un sonido.
Pero mi barrio, además de tener todo eso y mucho mas, tiene una gerenta. Sí, y no es que alguien la haya nombrado tal o que haya nacido con esa condición. Nada de eso. Amalia es gerenta porque ella se ganó ese lugar. Y como toda gerenta, también tiene su mano derecha, o sub-gerenta, Silvia.
Amalia es casada, tiene hijos y su marido trabaja todo el día. Ella coce, limpia, barre la vereda y está al tanto de que todo en el vecindario funcione a la perfección. Me hace acordar a un personaje de Condorito, sobre todo cuando la veo caminar de atrás.
Silvia es la mitad de Amalia, por supuesto, por que es la segunda del barrio. Debe fumar dos atados de cigarrillos por día y cada cigarrillo hace que se vea cada mes más delgada, mas consumida. También tiene marido, y dos hijos: un varón y una mujer.
Conocen cada movimiento de los que viven en la cuadra, saben quién se fué, quien volvió y quien nunca va a volver. Controlan que la basura no se desparrame, que no falten las tapas del agua pública en la vereda, no sea cosa que haya un accidente. Y qué barbaridad los vagos de la esquina! Uno ya no puede vivir tranquilo.
A la hora que sea, ellas ahí están. Paradas en la puerta de sus casas, siempre teniendo algo de qué charlar. Siempre con esa expresión ambigua de ceño fruncido y sonrisa de labios cerrados. Me pregunto si son felices, si tienen sueños, si todavía hacen el amor.
viernes, 9 de noviembre de 2007
Se ha roto el hielo!!!
Finalmente lo hice... y que bien me siento!!! Mi amiga rubia, la única rubia de verdad, ya me lo había anticipado. Con vos finita, abriendo bien los ojos y un movimiento de manos y cuerpo al unísono "me hace feliz" arrastrando unos segundos el sonido de la "z" mientras los dientes detienen la retirada de la lengua y ojos, manos y cuerpo terminan de componer el final de la escena.
Hoy abro un espacio para empezar a andar, sabiendo que voy a encontrar sin buscar. Voy a compartir cosas de hoy, cosas de antes, cosas de después.
Me gusta no ser testigo directo de mi exposición a través de esta parodia donde uno le sonríe a un monitor.
Así, entonces, me presento como lo que soy: Una Mona Lisa.
Hoy abro un espacio para empezar a andar, sabiendo que voy a encontrar sin buscar. Voy a compartir cosas de hoy, cosas de antes, cosas de después.
Me gusta no ser testigo directo de mi exposición a través de esta parodia donde uno le sonríe a un monitor.
Así, entonces, me presento como lo que soy: Una Mona Lisa.
Identidades
Todos un poco locos, o todos creyendo que lo mismo pero es mentira: nada es igual a nada, ni los clones entre sí. Lo tuyo con lo mío tratan de parecerse, y así lo de ellos, y lo de los otros. Pero no. Siempre hay un pero no. Sin embargo, nos esforzamos por parecernos y nos gusta decir “¡yo igual!” para sentirse, para hacer sentir(se). A veces desde cerca, como espejos, a veces tan lejos que casi se olvida. Y si vemos algo que creemos que no es, enseguida dar vuelta la cara o mejor que eso es tratar de convencer que eso no es, que lo que es, es esto. Y todos un poco sonrientes, pero un poco nada mas, porque mucho excede el buen gusto. Y aparte...: ¿quién? Nadie. Entonces todos lo mismo otra vez.
Inexistencias
Se desbordan esas vagas y abstractas ideas por caminos también vagos, y también abstractos que toman forma de letras, viudas negras que concretizan lo que no existe.
Focalizar la energía, piensa y repite para sus adentros convencida de que algo de tantas teorías orientales tiene que funcionar. Por otro lado sabe que es lo único que la sostiene. No a ella. La idea. Ese sueño.
Catalina junta sus manos. Se define agnóstica, pero por las dudas junta sus manos. Hizo un pacto de silencio con ella misma, contarlo sería darle forma y prefiere lo amorfo. Salvo las viudas negras, claro.
Mientras tanto Catalina sonríe y moldea el ensayo de nervios instalados en su ombligo. Quiere que estén listos para la presentación final. Y sonríe.
Focalizar la energía, piensa y repite para sus adentros convencida de que algo de tantas teorías orientales tiene que funcionar. Por otro lado sabe que es lo único que la sostiene. No a ella. La idea. Ese sueño.
Catalina junta sus manos. Se define agnóstica, pero por las dudas junta sus manos. Hizo un pacto de silencio con ella misma, contarlo sería darle forma y prefiere lo amorfo. Salvo las viudas negras, claro.
Mientras tanto Catalina sonríe y moldea el ensayo de nervios instalados en su ombligo. Quiere que estén listos para la presentación final. Y sonríe.
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