Tarzan esta fascinado. No registra la apertura de su mandíbula, la olvida, la suelta. Los colores de los semáforos, el olor a guiso, todo llama su atención. Camina sobre la piedra apelmazada, descalzo, ignorante de prejuicios. Antes de dar el próximo paso se asegura de haber recorrido el cielo y las estatuas.
Tarzan esta maravillado. Le sorprende el murmullo despiadado de los caños de escape. Desconoce la capacidad de juzgar. Solo observa. Los vestidos. Los zapatos. Imita el andar de la especie. Nadie nota su presencia.
Otra vez colgado sobre su liana, comparte el almuerzo con la manada. No los mira a los ojos, prefiere guardar silencio.