sábado, 25 de octubre de 2008

Final feliz

La perseguían. Estaba segura de que la perseguían. Iba cruzando la plaza, en diagonal, con unas carpetas agarradas entre sus brazos, pelo atado con un broche, como si el pelo hubiera quedado atrapado todo el día entre los dientes del broche, desde el mismo momento en que se lo ató para cepillarse la boca y no tener que cargar durante la jornada la punta de los pelos dura de la pasta dental. La tarde estaba apagada, pero se percibía que en alguna habitación contigua del mundo había luces. En un primer momento, no lo hubo notado porque llevaba en sus oídos los auriculares del reproductor de música portátil, que, por la era tecnológica en la que nos encontramos, se ha dado en llamar, desde hace una corta data y cada vez con mayor adaptabilidad, MP3 o MP4. El trayecto a casa le llevaba unos veinte minutos caminando, y a los cinco de haberlo iniciado, se quedó sin batería. Ahí fue que empezó a percibir un ruido, como si estuviera lejano. El ruido era constante, tan constante como sus pasos, y seco, un ruido seco. Acomodándose el saquito sobre el pecho, giró la cabeza, inclinando también su cuerpo levemente hacia la izquierda, para corroborar que nadie estuviera tras de ella. O para acelerar el paso. Encontró vacío el camino que venía recorriendo. Para no caer en la tentación de la fantasía y restarle importancia a sus percepciones, desvió la atención hacia el contacto de su piel con el aire cálido que la rodeaba, y se acordó de las noches de verano en las playas de Monterroso, en Italia. Y también se le representaron las primeras noches de verano en la ciudad, cuando la gente cambia la expresión de su cara, aliviándola. Y después pensó que la estaban persiguiendo. Sí, así no más, sin pedir permiso o tan si quiera golpear las puertas, se le entrometía el pensamiento de que la estaban persiguiendo. Y era por el ruido que escuchaba, estaba segura. Ahora percibía claramente que el ruido eran pisadas. La plaza había quedado atrás, desvió la mirada a la vereda contraria. Nadie. Ese barrio, a esa hora, era un barrio tranquilo. En un zaguán cruzó a un perro vagabundo, color canela, hechado. Al llegar a la esquina, frenó. Respiró profundo, empezaba a ponerse nerviosa, y anticipándose al miedo, respiró profundo para recobrar su calma y su paso.
Hasta llegar a la casa hizo esfuerzos sobrehumanos en la lucha entre el perseguidor y la memoria de los lindos recuerdos por ganar el territorio cerebral. Abrió la puerta y la cerró rápidamente del lado de adentro con doble vuelta de llave. Se sacó los zapatos de taco y los dejó en la alfombra de la entrada. Se acostó a domir tranquila, y todos sus sueños fueron alegres. Sabía que la puerta, la cuidaba el perseguidor.

6 comentarios:

sinnombre dijo...

Hola camarada!! Muy buen blog el que tienes, la pase lindo acá y lo seguire visitando, pásate por el mío, seguro que te gustará.

Saludos desde:

http://elmercaditodelrock.blogspot.com/

P.D.: Si te gusta, vótame en la categoría de Mejor blog de "música" a continuación:

http://www.20minutos.es/premios_20_blogs/resultado-busqueda/el+mercadito+del+rock/

Muchas Gracias!!.

Lelé dijo...

Moraleja: Sea agorafóbico. Cuac. Me gustaría saber qué tuvo de especial esa playa de Italia.

Mona lisa dijo...

Nokenicus, tenías razón, me gustó tu blog! Gracias por pasar!

Lelé, las playas de Italia en verano siempre son especiales, de una u otra manera, los motivos aparecen.

Anónimo dijo...

lo que se llama una tipica persecuta, jua!
abrazo amiga querida!

Lelé dijo...

Los que te seguimos estamos esperando el posteo correspondiente tras la experiencia que acabás de vivir...

Mona lisa dijo...

Nicolae, un gran sintetizador y amigo! Gracias.

Lelé, está en el horno, espero a que se termine de cocinar, lo dejo enfriar, desmoldo y estará apto para ser servido. Besos!