Los besos que no daba
Se le enredaban como luciérnagas de colores
Por debajo de la piel.
Tan ardiente era su existencia
que el diablo del amor
la había coronado su princesa.
Le dijo:
- besaras las manos
de los hombres que no mientan
con el resto,
gata en celo,
jugaras cual ovillos de lana –
La pendiente de sus días
todavía los hace rodar.
Solo un par de manotazos
y se escapan
los hilos enredados.
El diablo del amor
es polígamo.
Y feliz.
Sabe que sus princesas
juegan
y le son fieles
la mayor parte del tiempo.