lunes, 18 de abril de 2011

Los besos que no daba

Se le enredaban como luciérnagas de colores

Por debajo de la piel.

Tan ardiente era su existencia

que el diablo del amor

la había coronado su princesa.

Le dijo:

- besaras las manos

de los hombres que no mientan

con el resto,

gata en celo,

jugaras cual ovillos de lana –

La pendiente de sus días

todavía los hace rodar.

Solo un par de manotazos

y se escapan

los hilos enredados.

El diablo del amor

es polígamo.

Y feliz.

Sabe que sus princesas

juegan

y le son fieles

la mayor parte del tiempo.